“Las comunidades aportan a la transformación del mundo porque nos transformamos en manada”. La frase de Kai Pacha, una de las Fellows de Ashoka, sintetiza la esencia de la acción colectiva y el impacto que pueden generar las personas en sus entornos. Y así, con pasos firmes dados desde lo comunitario, convertir el mundo en uno más justo y equitativo para todos los seres que lo habitan. Ashoka asume eso como misión: potenciar a emprendedores sociales en distintas partes del Cono Sur, para generar un efecto dominó de cambios duraderos y compromiso.
Si el aleteo de una mariposa puede generar ecos en la otra punta del planeta, ¿por dónde iniciar una transformación significativa? Puede ser desde una reserva de pumas y otras especies autóctonas en Córdoba, como el trabajo de Kai en Pumawaka; desde una organización que promueve los derechos de las infancias y juventudes, especialmente las que atraviesan procesos de cuidado alternativos, como Doncel; o desde cualquier otro tipo de organización comunitaria: un club de fútbol, una biblioteca popular, una cooperativa escolar o una sociedad de fomento. Quizás la clave del cambio hacia el bien común esté en confiar en que es posible generar una red positiva con otras personas.
“El mundo sería más equitativo y justo si no fuéramos ciegos a muchas cosas. Los intereses materiales o de poder, querer que nos miren y sentirnos superiores, eso es como tener la vista muy corta”, entendió Pacha. Con una sensibilidad especial para cuidar especies animales, su rol también es concientizar y educar a las comunidades de la cordobesa Villa Rumipal, o de donde sea que se acerquen voluntarias y voluntarios. Se trata de compartir una mirada colectiva que asuma la responsabilidad humana en preservar el planeta completo, con todos los seres que lo hacen único.
Distintos caminos para el bien común
Construir con otros y otras demanda de mirar a los ojos problemáticas que atañen a distintas poblaciones, de forma interseccional, y conectar sus posibles soluciones con quienes toman decisiones. Por ejemplo, promover la escucha y la participación de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes en políticas que respondan a garantizar sus derechos. A eso se dedica Doncel, la asociación civil fundada por la emprendedora social de Ashoka Mariana Incarnato, que se dedica a la transformación del sistema de cuidados para chicas y chicos que por diferentes motivos fueron separados de sus familias nucleares.
“El centro de la discusión es cuánto están incluidos las y los jóvenes en las soluciones que se les proponen para mejorar su vida y la de la comunidad en donde viven”, planteó la Fellow Ashoka. Su rol también es tejer redes de colaboración entre diferentes actores para lograr la transformación social.
La acción comunitaria no solo crea entornos más amables sino que también empodera a las nuevas generaciones a través de la educación y la concientización. “Son quienes luchan por un mundo mejor con la potencia transformadora de la juventud”, consideró Incarnato.
Un eco de acción
Las historias de personas que construyen en su cotidianeidad puentes para realidades más justas muestran cómo, al unir esfuerzos y compartir visiones, se pueden abordar problemáticas complejas de manera efectiva. Y ese efecto potenciador se contagia.
En un escenario mundial de avances de discursos de odio y prácticas individualistas, el desafío radica en escuchar y hacerse eco de las voces que llaman a forjar un futuro más inclusivo. Al final del día, la transformación social es una tarea conjunta. Porque, como reflexionó Pacha: “Somos la fuerza de no estar solos