El viento agita suavemente las hojas en una pequeña comunidad de San Felipe del Progreso. En las aulas del Telebachillerato Comunitario Núm. 401, en Mesa de la Agüita, Estado de México, un grupo de jóvenes ha transformado una preocupación cotidiana en una solución innovadora. Anahí y su equipo impulsan un proyecto que busca cambiar la forma en que escribimos nuestro futuro –literalmente.
Esta historia comienza con una simple observación. Anahí y sus compañeros notaron una acumulación excesiva de papel en su escuela. Los trabajos escolares, las libretas, las impresiones, todo se sumaba a un problema que muchos no veían: la forma en que estos residuos eran desechados. Muchos terminaban quemados, contaminando el aire y el suelo, o simplemente tirados en las calles. Este desperdicio ensuciaba el ambiente; para Anahí y su equipo, representaba una oportunidad perdida.
La propuesta era sencilla en teoría, pero compleja en la práctica: crear papel reciclado. Anahí y su equipo, jóvenes de entre 15 y 17 años, sabían lo que querían hacer, pero no tenían idea de cómo empezar. Lo que siguió fue un proceso de prueba y error, una verdadera odisea en la que cada pequeño avance se celebraba como una gran victoria. Investigaron en Internet, discutieron ideas, experimentaron con diferentes materiales y, finalmente, crearon una hoja artesanal con colado de papel reciclado. Esta hoja dio vida al proyecto, llamado "Papatla". Este papel único se distingue por su textura suave, su gramaje grueso y los colores que le daban un toque único. El empaquetado, decorado a mano, refleja el esfuerzo y la dedicación de todo el equipo. ¿Papel o pieza de arte? La frontera entre ambas es tan fina como una hoja convencional.
Anahí no trabajó sola. Siete compañeros se unieron a la causa, cada uno aportando sus habilidades únicas. Los maestros, siempre presentes, guiaron a sus estudiantes en cada paso, desde la investigación teórica hasta la ejecución práctica. Incluso padres y madres de familia se involucraron. El papá de Anahí, por ejemplo, aunque solo estaba en casa los fines de semana debido a su trabajo, siempre encontraba tiempo para ayudarla con los marcos necesarios para colar el papel.
La diversidad de ideas, la capacidad de apoyarse mutuamente y la disposición para superar juntos las dificultades fueron lo que hizo posible que "Papatla" pasara de ser una simple idea a un proyecto con impacto real.
También superaron dificultades: desde la falta de materiales adecuados hasta las condiciones climáticas que afectaban el secado del papel. Hubo momentos de desánimo, especialmente cuando el producto no cumplía con sus expectativas iniciales. Aun así, en lugar de rendirse, se sentaron a discutir, buscaron soluciones y encontraron formas de seguir adelante.
"Papatla", así, redujo el desperdicio de papel en la escuela y generó ingresos que fueron reinvertidos en la comunidad. Con el dinero recaudado de la venta de más de 340 hojas, pudieron comprar pintura para mejorar las instalaciones de la escuela. Anahí y su equipo dejaron un legado allí, donando los materiales necesarios para que futuras generaciones continúen con el proyecto.
Anahí agradece en nombre de un equipo completo, que deseó reconocer aquí: Alan Casiano Cruz, Erick Figueroa Martínez, Mariana Cruz Cayo, Gema Michel Córdoba González, José Manuel Pico González, María de Jesús Pozo González. Además, también menciona a los docentes que los apoyaron: Karen Castro López, Fabiola García Monroy y Roberto Jiménez Flores.