Transformar el mundo desde y para las nuevas generaciones

“La combinación entre la frescura y la innovación de la juventud en conjunto con la experiencia de los más grandes suele ser muy potente”. La reflexión es de Victoria Rojas, una de las jóvenes que integra Tribu 24, la propuesta federal de Ashoka para promover la participación e incidencia de las nuevas generaciones. Esa podría ser también una definición de cómo las distintas miradas se pueden encontrar en el territorio para transformar las realidades de niñas, niños y adolescencias, algo a lo que se dedica Magdalena Palau Fernández, una Fellow Ashoka que promueve que las chicas y los chicos de Paraguay crezcan en un entorno familiar y seguro.

Teyfik Sahin in a classroom
Origen: Gefangene helfen Jugendlichen

Las historias de Rojas y Palau Fernández son dos ejemplos de personas que, a partir de poner en práctica sus ideas, buscan generar una transformación en sus territorios que abra nuevas oportunidades para las personas: “Ser un agente de cambio significa utilizar tus habilidades para potenciarlas en comunidad y poder generar un impacto positivo en la sociedad”, definió la joven de 18 años que fue reconocida internacionalmente por sus propuestas socioeducativas y por ser una de los mejores 10 estudiantes del mundo.  

“Cada acción individual tiene el potencial de generar un gran efecto mariposa”, reflexionó y, contundente, invitó a la acción: “Está en nosotros decidir qué hacemos con ese poder”. Sin embargo, la potestad de accionar necesita de un recorrido, o de lo que Rojas entiende como el respeto a los derechos básicos de las infancias y adolescencias. “Considero que el acceso a la educación y la democratización del acceso a las oportunidades son súper importantes porque hay un montón de historias -incluyendo la mía- que demuestran que cuando se conecta la oportunidad correcta con la persona, realmente puede transformar la vida, no solamente de una sino de toda una comunidad”, explicó.

 

Crecer con otros 

Para crear y transformar desde la juventud, toda persona necesita crecer en un entorno seguro. Para Palau Fernández significa que las infancias y adolescencias cuenten con una familia que brinde amor, atención y cuidado, y que vele por el acceso a todos los derechos. Ese nodo familiar puede estar constituido por una madre, un padre u “otras personas que, sin tener un vínculo biológico con el niño, tienen un lugar importante en su mundo afectivo”, destacó.

Esta red de apoyo más amplia es fundamental porque “brinda contención, presencia, acompañamiento y diversidad de apoyo emocional”, explicó. Así, al ampliar el círculo de protección es posible brindar más recursos emocionales y también materiales durante el crecimiento. En Paraguay, la Fellow Ashoka creó una organización que conecta personas que buscan brindar cuidado con chicas y chicos de todas las edades que fueron legalmente alejados de su familia de origen. Así, promueve la adopción o el acompañamiento, y les ayuda a construir vínculos fuertes. 

“Un entorno seguro da una base sólida en la cual te podés parar sin miedo a caerte, sabiéndote querido, sabiéndote cuidado”, enfatizó. Esa base de cariño, escucha y guía es la que luego dará paso a que los derechos de las niñas, los niños y las adolescencias -como el acceso a la salud, a la educación y a la protección de la identidad- sean promovidos y garantizados. “Para que ese entorno seguro pueda dar contención, tiene también que estar inserto en un sistema que lo contenga, porque cuidar a la familia es también cuidar al niño”, convocó.

 

Que las infancias y las adolescencias crezcan en libertad y con pleno ejercicio de sus derechos es una tarea de cada persona desde su lugar. Desde la casa, la escuela, el barrio, el trabajo se puede reflexionar sobre ello y participar. También, escuchar y promover la voz de las nuevas generaciones, para que vivan un presente empoderado y un futuro que transforme el mundo.