¿Por qué comenzó a enfermarse la gente en el ejido de San Juan Jalpa, San Felipe del Progreso? María Eva, estudiante del Telebachillerato comunitario Núm. 404 en el Estado de México, averiguó la causa profunda de lo que parecía ser un malestar pasajero.
La raíz del problema estaba en cómo crecían los alimentos que se consumían en su comunidad. Verduras y frutas regadas con aguas contaminadas o cultivadas en suelos dañados que estaban enfermando a las personas. María Eva, a sus 16 años, sabía que esto no podía seguir así y decidió tomar cartas en el asunto.
Con un grupo de compañeros y con un profesor comprometido, María Eva ideó un proyecto para transformar cómo se cultivaban los alimentos en su comunidad. El objetivo era claro: crear un huerto donde se cultivarán verduras saludables, libres de químicos y regadas con agua limpia. “Nos dimos cuenta de que, si queríamos mejorar la salud, teníamos que empezar por el suelo”, comenta María Eva.
El primer paso fue preparar la tierra, un proceso que María Eva y su equipo aprendieron a realizar con esmero. Eliminaron las capas superficiales de suelo de mala calidad y las reemplazaron con una mezcla de paja, estiércol, tierra de monte, ceniza y cal, creando un sustrato fértil sin necesidad de utilizar químicos.
El enfoque natural del proyecto fue clave. En lugar de recurrir a pesticidas y fertilizantes sintéticos, optaron por técnicas tradicionales que habían aprendido de agricultores locales y en talleres educativos.
Uno de los mayores desafíos que enfrentó el proyecto fue el robo de las primeras plantas de fresa que habían cultivado, lo que dejó a María Eva y a su equipo desmotivados. Sin embargo, decidieron cambiar su enfoque y comenzaron a cultivar otro tipo de verduras. “Cada vez que perdíamos algo, lo veíamos como una oportunidad para mejorar”, dice María Eva. Otro reto fue el transporte de materiales hasta el invernadero, un esfuerzo físico significativo que requirió la colaboración de todas las personas en el equipo.
Además, el espacio limitado del invernadero representó un desafío logístico. Para superarlo, tuvieron que ser creativos, adaptando el espacio disponible y organizando las parcelas de manera eficiente.
El huerto mejoró la calidad de los alimentos en la comunidad y también inspiró a seguir su ejemplo. “Ahora, muchas mamás de mis compañeras y compañeros han empezado a crear sus propios huertos en casa”, comenta nuestra protagonista.
Aunque María Eva ha concluido su ciclo en el telebachillerato, su pasión por la agricultura sostenible no ha terminado. Planea continuar cultivando en su casa y espera que sus compañeros que aún están en la escuela sigan adelante con el huerto.
Además, María Eva sueña con expandir sus conocimientos y seguir aprendiendo sobre técnicas agrícolas sostenibles. Sabe que su proyecto puede ser replicado en otras comunidades, y está decidida a llevar su mensaje a más personas. “Si más gente se uniera a este tipo de iniciativas, podríamos lograr un gran cambio en la forma en que nos alimentamos y en cómo cuidamos nuestra tierra”, afirma.