Historia de Anyendall

El abrazo a la diversidad y el cuidado de la naturaleza.
 
Anyendall, Joven Agente de Cambio

Anyendall tenía 4 años de edad cuando vio emerger del río una presencia amenazante. Había salido a jugar, como solía hacerlo durante las tardes en la provincia costarricense de Limón. La mano de un niño alegre acercándose a la posible cabeza de un monstruo... o quizá sólo era una botella de plástico, que dejó de ser tan simple cuando los desperdicios llegaron a juntarse por montones. Ante los ojos tristes y para la frustración de Anyendall, el río que conocía y amaba se movía lento, colmado de basura.

Las primeras en escuchar su ímpetu por crear un cambio fueron sus madres. Anyendall haría lo posible por limpiar el río. Preguntó cómo y, con la confianza de su familia, comenzó una campaña de brigadas para restaurar la hermosura de su entorno. Alentó a sus vecinos a reciclar en lugar de desperdiciar, creando conciencia sobre la importancia de proteger la naturaleza. Y esto fue sólo el inicio.

Pocos años después de haber logrado la limpieza del río, la vida de Anyendall tomó un nuevo rumbo.
Empujado junto con los suyos por dificultades familiares y económicas, debió mudarse lejos, llevándolo a experimentar de primera mano los desafíos de lo que significa ser una persona en movilidad.

Llegó a San Pablo de Barva, en Heredia. Ahí, Anyendall esperaba encontrar más personas preocupadas por el medio ambiente, pero no fue así. Tampoco halló compañerismo; aunque costó mucho, sobrevivió al bullying. Sus madres lo llevaron a una nueva escuela, la que se convertiría en su
segundo hogar. 

El niño que jugaba junto al río pronto ganó determinación, fortaleza y enfoque. Inspiró a más niños a su causa y con guía de Gonzalo, un profesor que les motivaba y fortalecía sus intereses,
aprovecharon oportunidades como la iniciativa “Guardianes de la naturaleza”, donde Anyendall es ahora embajador.

Así, ha compartido distintos recursos, como 20 árboles nativos que plantó con el Departamento de Gestión Ambiental de la Municipalidad de Barva o una compostera que pasó a manos de la
escuela Puente Salas. ¿El efecto inmediato? Más estudiantes con interés en cuidar el planeta.

Anyendall continuó inspirando nuevas ideas. Presentó su ponencia “Lo que no comprendemos, lo juzgamos” en el auditorio de la ULACIT, con apoyo de la Organización Internacional para las
Migraciones, y cautivó a muchas más personas con las memorias de su río en Limón con la charla “Corazón verde”, auspiciada por TEDx Niñez.

"Para mí, es importante alzar la voz sobre las personas y niños migrantes, sobre los desafíos que enfrentan y lo resilientes que son”, dice Anyendall. Con tan solo 12 años de edad, se ha
convertido en todo un líder ambiental.

Anyendall convirtió su camino en un viaje de autoexploración y entendimiento más allá de las fronteras. Dedicado, capaz de transformar las adversidades en oportunidades y mediador nato entre comunidades: así es él, guardián de la naturaleza y un defensor apasionado de la humanidad en movimiento. Viajero y guardián, Anyendall, como los sabios, dice que no hay que temer a lo desconocido, mientras que la diversidad es algo que debemos abrazar cada vez.

Con cada paso de nuestro protagonista, se desencadena una nueva acción para el cambio. Pronto, su entusiasmo lo llevó a ser invitado al programa de cátedra mayor de Canal Telefides, donde compartió su experiencia sobre la relación con las personas mayores, destacando su enfoque en la dignidad
humana. Al mencionar a su abuelita invidente de 83 años, resalta la importancia de la inclusión y el respeto hacia los más adultos, valorando sus conocimientos y experiencias.

Por estas razones y muchas más, Anyendall se destaca como un agente de cambio, dedicado a encender la misma chispa que experimentó hace años acompañado de más jóvenes. En su mundo deseado, cada persona tiene las habilidades para cambiar la realidad. Sueña con una sociedad
capaz de trascender sus diferencias, colaborando para abordar problemas tanto ambientales como humanitarios,
 entre ellos la migración. Este compromiso profundo refleja su deseo de inspirar, creando una red de agentes de cambio que trabajen juntos hacia un futuro más justo e inclusivo.

En palabras de Anyendall: “Debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo, y eso implica dar más allá de nuestro 100, incluso nuestro 200. Cada noche digo: quiero seguir adelante, pero también he aprendido a decir que no, porque la regla es nunca dejar de ser niño”.